El fotógrafo Japonés Yoshito Matsushige sobrevivió en 1945 a un bombardeo nuclear. Mediante sus fotografías, cuenta su experiencia
El lunes 6 de agosto de 1945 el ejército estadounidense lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba que cambiaría el curso de la historia para siempre. Con el lanzamiento de Little Boy, una de las bombas más mortales de la Segunda Guerra Mundial, terminó la vida de miles de personas y, con ellas, el conflicto. Sin embargo, el impacto sobre la población japonesa fue devastador. La mejor muestra de ello son, sin duda, las instantáneas que han sobrevivido hasta nuestros días como las de Yoshito Matsushige y los testimonios de los supervivientes que pueden ser leídos en periódicos y libros como Hiroshima, de John Hersey. Gracias al fotoperiodismo conservamos documentos de los conflictos, como ya hemos visto en otros artículos. Pero éstos tienen especial valor por el día en el que se tomaron.
Miles de inocentes perdieron la vida por la detonación y posterior radiación de la primera bomba atómica que se lanzó en la historia (dos días después sería lanzada la segunda, Fat Man, en la ciudad de Nagasaki). La explosión rompió los cristales de las ventanas de edificios situados hasta 16 kilómetros del centro del impacto y pudo sentirse hasta 59 kilómetros de distancia. Destrozó completamente miles de hogares hasta sus cimientos, atrapando a las personas que en ellos se encontraban y dejando sin techo a todas aquellas familias.
Esa mañana, entre el desconcierto de la población civil, desacostumbrada a explosiones de tal alcance, se encontraba el fotógrafo Yoshito Matsushige quien, saliendo de los escombros de su derruida casa, fue capaz de fotografiar, una hora después del ataque, la situación que vivía la ciudad. De lo que quedaba de su hogar fue capaz de rescatar algo de ropa y su cámara fotográfica.
Para él no resultó nada sencillo, pues, a pesar de haberse habituado a los bombardeos que vivía Japón durante la última etapa de la Segunda Guerra Mundial, la situación a la que tuvo que enfrentarse aquella mañana fue completamente diferente. “Cuando vi todo esto, pensé que debía hacer una fotografía, así que levanté mi cámara. Pero no pude apretar el botón. Porque aquella escena era tan patética… y aunque yo también era una víctima de la misma bomba, solamente había sufrido heridas menores por fragmentos de cristal, mientras que aquellas personas estaban muriendo. Era una visión tan cruel que no podía forzarme a apretar el botón. Estuve allí de pie, debatiéndome durante unos veinte minutos… hasta que finalmente reuní el valor suficiente para sacar la fotografía.” narra Matsushige.
Viviendas arrasadas, fuego, cadáveres y una extraña lluvia negra compuesta de suciedad, polvo, hollín, así como de partículas altamente radioactivas. Personas con heridas que nunca antes se habían visto, quemaduras que llenaban completamente el cuerpo de la gente, un panorama de destrucción de un alcance mayor al que estaba acostumbrado y calor, muchísimo calor. Esta es la descripción de algunos supervivientes al ataque que, junto con las imágenes que tomó Matsushige ese día, nos sitúan en uno de los episodios más horribles de la historia de la humanidad. Suyas son algunas de las fotografías que se tomaron ese fatídico día.
En el momento en el que las fotografías fueron tomadas, dice Yoshito Matsushige, se sintió completamente fuera de lugar. Como si el hecho de tomar las imágenes que ahora observamos fuera realizar un acto frívolo. Mujeres, hombres y niños que deambulaban de un lado a otro sin saber bien cómo proceder en las ruinas de sus antiguos hogares, donde ahora solo pueden observar los escombros y los restos de su vida pasada. Imágenes realmente impactantes que han pasado a los anales de la historia gracias a Yoshito. Recuerda las miradas de las personas a las que fotografió, como si le juzgaran en silencio. Sin embargo, su trabajo como fotógrafo superó su miedo a ser juzgado. El suyo fue un trabajo necesario para la documentación histórica, como lo es hoy en día el de miles de fotoperiodistas que, como Yoshito, se debaten entre su trabajo y la realidad que viven y que arriesgan su vida por contar historias.
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