El trabajo de Sergio Frank sobre Cuba y sus habitantes es un retrato de la vida diaria del país
En las calles más transitadas de La Habana la gente viene y va. Los almendrones despiertan el interés de los que visitan por primera vez la ciudad y los conductores de los cocotaxis intentan llamar la atención de los turistas. Las figuras hechas con TuKola se venden en las calles y los edificios más bellos nos recuerdan a una época pasada. Pero en la vida cubana hay más, elementos que se escapan a la simple vista de los que recorren sus calles. Eso es lo que busca Sergio Frank en sus instantáneas: la vida que no se ve a simple vista en Cuba.
Él es un cubano que reside en Estados Unidos, como tantos otros. Junto con su cámara ha fotografiado la vida y tradición de su Cuba natal desde un punto de vista desconocido. Su interés por retratar la vida de su país le ha dejado varias series fotográficas muy sorprendentes, cargadas de amor por Cuba y de emociones e historias en cada instantánea.
Más que un fotógrafo, Sergio Frank podría considerarse un contador de historias. De historias del día a día de un país que, como él mismo dice, es un gran «signo de interrogación» en el mapa del mundo. Su última serie, «Luz en la sombra» es una combinación del blanco y negro que suele protagonizar su trabajo con el color de los elementos que más desea resaltar. El resultado no podría ser mejor. Nosotros hemos tenido la oportunidad de hacerle una serie de preguntas sobre su trabajo y sobre la vida en Cuba.
Empecemos por tus comienzos como artista, ¿cómo surge tu pasión por la fotografía?
Comienza desde temprana edad, alrededor de los 11 años. Alguna que otra vez visitaba el Valle de Viñales, en la provincia de Pinar de Río y me quedaban sus bellos paisajes guardados en la memoria. Ver trabajar al guajiro (como se le llama al campesino en Cuba) me conmovía y motivaba mi curiosidad. Siempre quise fotografiar aquellas manos que manejaban con destreza la chaveta para cortar y darle la forma precisa a la hoja del tabaco.
Tus fotografías son un acercamiento a la cotidianidad de los cubanos, ¿qué tiene de especial la vida en Cuba para un fotógrafo?
Cuba tiene bellos paisajes naturales y su arquitectura tan diversa te deslumbra con unas mezclas sorprendentes: lo mismo ves tres edificios consecutivos de diferentes estilos que, justo del otro lado, una edificación de madera, cuyo estilo no puedes definir. Pero, para mí, lo atractivo es la cotidianidad de los cubanos, lo social. Siempre que salía a hacer mis fotografías, me decía que Cuba en sí misma es un gran álbum fotográfico. A todo le encuentras algo relacionado: desde el señor que vende cucuruchos de maní en la calle hasta una madre asomada al balcón de la casa gritándole al hijo que suba a quitarse el uniforme de la escuela. Cada historia personal o colectiva, se enlaza con muchas otras. Y, todas sumadas, te muestran una ciudad y un país en una determinada época.
¿En qué momento te propones fotografiar la vida cubana?
La vida cubana es un gran signo de interrogación para el mundo. Y, para mí, que vivía dentro de esa sociedad, también era un enigma. Me surgió la idea de empezar a hacer fotografías sobre las personas de la tercera edad; apenas tenía una camarita comercial muy básica, que fue mi gran compañera durante mucho tiempo. Fue así como comencé, en serio, a ver a través de las fotografías a Cuba y su gente.
Impresiona ver el rostro de las personas en el bus o “guagua”, como se dice allá. Me enamoré de los rostros fotografiados, que me hablaban de una historia personal y un drama detrás de cada uno de ellos. Descubrí la magia oculta en imágenes sencillas, como las de los niños jugando a la pelota en chancletas, o el vecino protestando porque no llegó el agua o se fue la luz eléctrica.
Justo así me di cuenta de que tenía mucho que expresar y contar a través de las fotografías y, aunque no le había prestado mucha atención a esa realidad que vivía cada día, entrar en los barrios “marginales”, de donde salió mi primera serie fotográfica, fue una gran motivación. No sabría hacer una foto de boda o de una fiesta de una quinceañera, pero la vida cubana es la que me ha llevado a disfrutar fotografiando y a seguir contando historias con mis fotografías.
Cuando comienzas tu trabajo, ¿por dónde empiezas a plasmar la cultura, la gente, las formas de vida y cómo decides qué fotografiar y qué no?
Empezaba en las calles de Cuba, esas que no visitan los turistas, esas que no son La Habana comercial, la cual estaba aburrido de ver en fotografías. Me interesaban más el trasporte público, el cementerio y alguna que otra vez el aeropuerto, de donde nació otra de mis series fotográficas. El malecón habanero, donde siempre veía a alguien sentado en su sólido muro, mirando hacia el horizonte en busca de alguna respuesta a sus inquietudes, es un gran escenario, que refleja la cultura de la gente del pueblo o el “cubaneo”.
Vemos que tus fotografías son una combinación del blanco y negro con el color, ¿qué significa para ti la unión de esas dos técnicas? ¿tiene algún significado especial?
Siempre que hago alguna serie, tiene algo de blanco y negro; es muy útil para potenciar la expresión, enfatizar la atmósfera de un paisaje o un retrato, lograr que sea inquietante, misteriosa e incluso surrealista. En esta última serie, “Luz en la sombra”, trabajé el blanco y negro combinado con colores por primera vez, ya que no me gusta hacerle nada a la fotografía, porque para mí pierde su valor como imagen. En esta serie en específico quería resaltar el color en el alma de las personas, en un entorno gris como la ciudad, esa alma esperanzada en su lucha día a día, por la supervivencia, porque la vida de mi gente en Cuba es la lucha cotidiana, “su lucha”.
Hace unas semanas hablamos con Luis Alarcón, un fotógrafo español que se dedica a fotografiar Cuba. Él nos contaba que la falta de acceso a internet puede ser una desventaja para fotógrafos en ese país. ¿Cómo vives tú la brecha entre EEUU y Cuba en cuanto a la práctica fotográfica?
Hacer fotografías en Cuba, como cualquier tipo de arte, es algo bien difícil en términos logísticos. En mi caso siempre me acompañaba mi vieja camarita comercial y muchos nunca creyeron que mis fotografías salían de esa humilde e inseparable amiga, sino que suponían que usaba una cámara profesional, de más calidad y posibilidades.
Hacer una serie fotográfica y mostrarla a través de las redes sociales era casi imposible, ya que el acceso a internet era bien poco y caro. Después, justo un tiempo antes de yo salir de la isla, fue la apertura de los puntos wifi, (servicio público en puntos de la ciudad a los que van los cubanos en busca de la señal) donde se aprovechaba y podías colgar o publicar algo en alguna página o red social para que se conociera tu obra, pero el tiempo de conexión y la velocidad no acompañaban y costaba caro para el nivel adquisitivo de los cubanos; ahora o te conectabas y publicabas tu obra, o imprimías alguna foto para almacenarla y tratar de tener una serie fotográfica completa y esperar algún milagro para poder exponer.
Al ser cubano probablemente te sea más fácil fotografiar la vida y tradiciones cubanas frente a otros fotógrafos ¿en qué dirías que te beneficia ser cubano para tomar fotografías de tu país?
En conocer nuestras raíces, nuestra cultura. Ser cubano me facilitó, de manera natural, trabajar la temática social, hacer una crónica en mis series fotográficas del día a día, las costumbres, la manera de andar, las calles, la ciudad, bella siempre, en ocasiones sucia, contrastante, agitada y renovada. A veces no tan bien estéticamente, pero es una visión de nuestra gente desde el ángulo del fotógrafo. Gente, personas, “personajes” que innovan, crean, alegran o entristecen su paisaje. Individuos que la andan y desandan transformándolo todo, regalándole su carácter alegre, desenfadado y en ocasiones lúgubre, pero en cada ocasión diferente.
Eres cubano pero vives en EEUU ¿Cuál es la principal diferencia al hacer un reportaje fotográfico en Cuba y en Estados Unidos?
La principal diferencia son los medios para hacer cualquier trabajo fotográfico; claro está, sería el elefante contra la hormiga respecto a tecnologías y acceso a las comunicaciones. Eso es casi imposible en Cuba, porque, como bien dije, los medios logísticos son muy escasos en la isla.
De todas las series de fotografías de las que se compone tu obra, ¿tienes especial aprecio o guardas algún buen recuerdo de alguna de ellas en concreto?
De todos mis trabajos, el que más me ha marcado es mi primera serie: “Mi Habana… Mi gente”. Este trabajo me enseñó mucho porque descubrí la ciudad y su gente como nunca imaginé que existía en mi propio país. Un recuerdo muy importante para mí es mi segunda serie, “Emigración”, ya que quería reflejar a través del lente el significado de un abrazo de despedida. Al vivirlo en carne propia, cuando más tarde me despedí de mi madre, sentí ese vacío enorme del hombre cuando tiene que emigrar y entonces comprendí mejor lo que había querido llevar a los ojos de los espectadores con la serie “Emigración”.
¿Tienes algún otro proyecto en el horizonte?
Ahora estoy “cocinando” un proyecto que me gustaría llevar a alguna galería en esta ciudad. Se trata de mezclar las dos culturas a través de las imágenes, pero antes quisiera exponer parte del material que traje conmigo a este país que me ha abierto tan generosamente sus brazos, del cual debo aprender sin prisas, pero sin pausa, sus extraordinarias cultura, costumbres y tradiciones.
GRANDIOSO SERGIO FRANK!!! necesario e imprescindible