La evolución de la manipulación fotográfica en el tiempo
Para certificar una buena mentira no hay nada más útil que una fotografía creíble, y es que aunque los tiempos han cambiado y la fotografía ya no es garantía de nada, siempre ganará algo de tiempo el “mentiroso” hasta que en una segunda mirada el desprevenido espectador caiga en la cuenta del engaño. Así ha sido desde los mismos orígenes de la fotografía, -Hippolythe Bayard (1801-1887) ya reivindicaba la invención de la fotografía con un fake en el que comunicaba su propia muerte”-, donde la escenificación fue una práctica habitual de primeros autores como Oscar Gustav Rejlander (1813-1875), Julia Margaret Cameron (1815-1879) o Henry Peach Robinson (1830-1901), no tanto como recurso creativo, sino como una reminiscencia de la tradición pictórica en la que aquellos primeros fotógrafos trataron de definir su práctica.
Y de tales reminiscencias y de la necesidad vendrá la justificación de la manipulación: para construir una ficción creíble, es necesario derribar las limitaciones que la realidad impone a la fotografía, ya que en sentido estricto, la cámara solo es capaz de registrar aquello que se muestra ante la lente. Así por ejemplo, la fotografía de Rejlander “El malabarista” (1865), aunque definida dentro los patrones estéticos de la tradición pictórica y con un resultado que a pesar de la maestría del autor se nos revela un tanto ingenuo (la nitidez de las bolas suspendidas en el aire y la actitud relajada del sujeto evidencian el truco), recurre a la manipulación para vencer la limitación de los tiempos de exposición prolongados que impedían congelar el movimiento y construir la escena imaginada por el artista.
Serán los surrealistas y el grupo de la Bauhaus quienes exploten las posibilidades creativas de la manipulación y el montaje fotográfico como vehículo de expresión conceptual, donde el vínculo con el referente real pasa a un segundo plano y se construye una imagen nueva que se inserta en un nuevo campo semántico y cuyo referente se sitúa en un espacio onírico e irreal. Hannah Hoch (1889-1979), Man Ray (1890-1976), John Heartfield (1891-1968), Aleksandr Ródchenko (1891-1956), László Moholy-Nagy (1895-1946), Herbert Bayer (1900-1985) o el español Jorge Rueda (1943-2011) son algunos de los artistas que durante los años 20 exploraron las posibilidades creativas del montaje y la manipulación fotográfica en sus obras.
La manipulación fotográfica no solo se enmarca en el ámbito de la creación artística y son notables los ejemplos de alteración fotográfica como elemento de propaganda ideológica, tan sutiles como la alteración “a priori” del escenario en el Valle de la Sombra de la Muerte que Roger Fenton realizó en el reportaje comisionado de la guerra de Crimea, como los escandalosos casos de cortar y pegar (tampering) que pretenden dirigir la lectura del mensaje fotográfico en una determinada dirección – véase como ejemplo que ilustra esta segunda intención, el caso de la portada que el magazine Time publicó en junio de 1994, en medio del juicio de O.J.Simpson, oscureciendo el rostro del deportista -la misma fotografía fue publicada por NewsWeek esa misma semana-, lo que provocó cierta controversia sobre la actitud racista de la publicación.
El cambio del paradigma que la tecnología digital provocó en la fotografía, y la facilidad con que las nuevas herramientas de software manipulan las capas de la imagen fotográfica, abrió la caja de Pandora para nuevos artistas-fotógrafos que experimentaron con las nuevas posibilidades que el medio les ofrecía. La artista estadounidense Nancy Burson fue una de las primeras en producir una serie en la que utilizaba técnicas digitales para manipular y componer retratos: en la serie “Composite Silver Prints” (1982) Burson superpone retratos individuales de los que emergen personajes ficticios – ponderando el número de cabezas nucleares de cada país y propone un retrato que tiene un 55% de Ronald Reagan, un 45% de Breznev, menos del 1% de Thatcher, Mitterrand y Deng-, simula procesos de rejuvenecimiento y envejecimiento basados en retratos de personalidades como Elvis, Marilyn o la muñeca Barbie, o propone nuevas e imposibles de animales tales como el león-cordero, o el gato-perro.
En “20×24 Polaroid Composites” (1988), mediante técnicas de composición y transformación, Burson generó mediante ordenador nuevos rostros que posteriormente fotografió con una cámara Polaroid, para generar impresiones únicas de cada retrato. El interés de Nancy Burson por la morfología del rostro humano ha trascendido el ámbito del arte, convirtiendo sus investigaciones y trabajo en la base de una tecnología patentada que sería utilizada para aplicaciones informáticas en las predicciones de envejecimiento, y utilizada por el FBI como ayuda para encontrar personas desaparecidas.
La Máquina de la Raza Humana (The Human Race Machine) es un proyecto provocador de Nancy Burson, encargado en el 2000 por el London Millennium Dome, es una instalación interactiva en la que el espectador ve su propio rostro transformado bajo la apariencia de distintas razas. Burson creó una serie con la imagen de Trump bajo la apariencia de cinco razas (Negra, Asiática, Hispano, Centro-Europeo e India). La intención de la obra es provocar una reacción de empatía hacia el otro-diferente y invitar al espectador a reflexionar sobre una cuestión que es más social que genética. Una variante de este trabajo es la obra “Mankind/Womankind” (2005) donde aplicando un muestreo estadístico a las imágenes compiladas por Máquina de la Raza Humana produce tres nuevos rostros que asigna a los géneros Hombre, Mujer y Hombre-Mujer.
Se aprecia en la obra de Burson una convergencia entre arte, tecnología y sociedad, desarrollando su dimensión artística a lo largo de la fisonomía del rostro humano donde la artista propone cuestiones de carácter universal, su compromiso social ha convertido el fruto de sus investigaciones en útiles herramientas para resolver problemas reales de la sociedad. Su activismo ya queda patente en sus primeros trabajos, donde alerta sobre la escalada nuclear de las grandes potencias, o en las críticas enuncia de la escalada militar desde sus primeros trabajos, hasta la denuncia de los manejos políticos de Donald Trump y Vladimir Putin, representados en un sorprendente proceso de metamorfosis en el que los rostros de ambos mandatarios se funden y que recogió el magazine Time en su portada de Julio de 2018: Manipulación consentida de la imagen para una portada de Time, con un propósito bien diferente en esta ocasión.
¡Excelente artículo!
Me hace reflexionar ante el bombardeo de imágenes y fotografías manipuladas a las que estamos sometidos, y muchas veces sin querer juzgamos sin haber hecho un análisis de la imagen. Damos por verdades mentiras a través de la fotografía.
Saludos.