Todos recordamos, de cuando éramos niños, nuestros juguetes favoritos.

Eran nuestros amigos fieles, a los que abrazábamos por las noches cuando teníamos miedo y los mejores compañeros de juego. A los niños les gusta jugar con sus muñecos y, a pesar del paso de los años, éstos apenas han cambiado. Eso es lo que parece haber querido retratar Gabriele Galimberti con su serie de fotografías de niños de todo el mundo junto a sus posesiones más preciadas: los juguetes.

Este fotógrafo pasó 18 meses fotografiando la infancia de todo el mundo y descubrió que, en realidad, no hay mucha diferencia entre un chico de 6 años de Estados Unidos y una niña de 4 de Malawi que usan sus juguetes para que les “protejan” de los monstruos que vienen a por ellos por las noches. Los niños son niños, esa parece ser la conclusión a la que llega Gabriele tras su trabajo. Lo curioso de su experiencia es que, al parecer, aquellos de países más desarrollados tienen más dificultad a la hora de compartir sus juguetes con él antes de la sesión. Sin embargo, aquellos niños que tienen menos muñecos se ven más predispuestos a compartirlos.

Imgen por Gabriele Galimberti, Toy Stories. Tangawizi, Kenya. Un niño con sus juguetes.

GABRIEL GALIMBERTI

Fotografia de Cun Zi Yi con sus juguetes, China. Gabrielle Galimberti, Toy Stories

GABRIELE GALIMBERTI

Imagen de Gabriele Galimberti, Toy Stories. Alessia con sus juguetes,, La Toscana.

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Da qué pensar que quienes más tienen se muestren reacios a compartir (puede que por miedo a quedarse sin el juguete o porque no estén tan acostumbrados a tener un compañero de juegos que venga con las manos vacías). Algunos tienen toda su habitación llena de aviones de juguete, o dinosaurios, o muñecas y otros abrazan un mono como único divertimento o tiene una Barbie con cuatro vestidos con lo que acaba con el aburrimiento. El abismo entre unos niños y otros parece enorme, pero la función de sus amigos de plástico es la misma: divertirse y no sentirse solo.

El tipo de juguetes que hay en cada habitación también es significativo. El hecho de que un niño viva en un sitio u otro del mundo condiciona también el muñeco con el que cuenta para matar al aburrimiento. Los niños interaccionan con el mundo que ven y a ellos les divierte jugar con elementos familiares: un camión o material de campo para aquellos niños de zonas rurales, coches y motos para niños de ciudad…

Imagen por Gabriel Galimberti, Toy Stories. Un niño con sus juguetes, Watcharapon Bangkok

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Imagen de Gabriele Galimberti, Toy Story. Botlhe Botswana.

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Imagen por Gabriele Galimberti, Toy Stories. Ragnar, Iceland

GABRIELE GALIMBERTI

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Escenas curiosas en cada uno de los cuartos infantiles donde se fotografían estos momentos en los que sorprende, por ejemplo, un niño ucraniano que dispone únicamente de armamento de plástico (pistolas, escopetas y un gorro de policía) o un niño japonés con la equipación y material de los Detroit Tigers, un equipo americano de béisbol. Reflejos de la educación, tradición y de la globalización misma. Otro ejemplo de cómo los juguetes son una muestra de la sociedad en la que se vive es que, principalmente, las niñas aparecen con sus muñecas, utensilios de cocina y con sus trajes de princesa mientras que ellos aparecen con sus armas de mentira, dinosaurios y coches.

Imagen por Gabriele Galimberti, Toy Stories. Orly, Brownsville Texas

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Imagen por Gabriel Galimberti. Naya Managua Nicaragua.

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Imagen por Gabriel Galimberti. Noel, South Dallas, Texas

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Imagen por Gabriel Galimberti, Uruguay.

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Lo que queda claro es que, en un mundo en el que cada vez más es habitual que un niño se quede encerrado en casa jugando a los videojuegos, poder apreciar cómo los juguetes tradicionales siguen teniendo un hueco en las estanterías infantiles es un alivio para muchos. En un mundo digital, que los niños desarrollen la imaginación mediante sus juegos es indispensable. Y qué mejor para ello que tus juguetes, que pueden convertirse en lo que tú elijas.

Ana Pareja
Estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Llevo escribiendo historias desde que era pequeña y considero que no hay mejor narración que una buena fotografía.

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